Chiapas.
Enero de 2013
La historia me la contó el compa Ramiro, del FNLS. Hombres
y mujeres, acompañados muchos por sus hijos, tomaron las pocas cosas que
pudieron tomar de sus hogares, en Ocosingo, y salieron a prisa para encaminarse a San
Cristóbal de las Casas. Un poco iracundos y otro tanto indignados, no les dio
tiempo más que de agarrar unas lonas, leña para las madrugadas, algunas
cobijas, libretas (por si acaso), materiales útiles y, eso sí, un montón de
pancartas. Pero para salir de su geografía, un ejido al que se le conoce como
Carrizal, tuvieron que evadir la presencia de personas con
armas que bloquean la salida/entrada de la zona.
A
los provocadores se les identifica como Los
Petules y ORCAO, paramilitares solapados
por el Gobierno estatal, cuya imagen se ciñe en la figura de Manuel Velasco
Coello. Son esos grupos los que destruyeron la tranca que daba acceso al ejido.
Son
esos grupos los que han robado el ganado colectivo de los ejidatarios y son
esos grupos también los que agredieron a Julio Gómez López y Ramiro Rodríguez
Sántiz en los últimos días de diciembre en El Carrizal.
El
conflicto acarrea otros sinsabores. Muchos de los niños no han podido acudir a
las escuelas. Al permanecer bloqueado el acceso al ejido, ni ellos pueden
caminar a las telesecundarias ni los maestros pueden ingresar a las primarias.
Con
todo esto, esos hombres y mujeres que se hicieron acompañar por sus hijos, traspasaron
el cerco para salir de Carrizal, extendiendo sus pasos hasta el centro de San
Cristóbal de las Casas. Y como si hubiese un acuerdo anticipado, todos se dirigieron
a la plaza de la paz, donde ahora se encuentran en un plantón indefinido.
En
estos días de enero, lo que figuró durante el levantamiento de la acampada frente
a la catedral, fue la insignia FNLS. Era visible: el Frente Nacional de Lucha
por el Socialismo se mantiene en pie. Ahora sus integrantes exigen que Manuel
Velasco interceda: o abre una mesa de diálogo y desarticula a estos grupos
paramilitares, o esos hombres y mujeres, junto con sus hijos, no se retiran de
la acampada.
Así
van caminando los días en un pequeño recuadro con base de concreto, donde conviven
niños y padres de familia. El espacio es diminuto, pero se ve bien organizado,
pues caben y comen todos.
Desde
el campamento, el FNLS informa a los transeúntes de lo que ocurre en el Carrizal,
y dispersa las dudas del por qué la plaza de la paz no está en relativa calma. Y
es que los compañeros denuncian públicamente que desde “arriba” se está
fraguando el despojo violento de sus tierras en este y otros ejidos como Río
Florido y San Agustín.
No
obstante, anticipan la detención y encarcelamiento de sus compas, y quieren
evitar el asesinato de varios de ellos. Por eso, desde la mesita donde se
reparte la información, y sobre la que esperan el acercamiento de alguno de los
bloques oficiales del Ejecutivo del Estado, gritan a los defensores de derechos
humanos (y de paso al pueblo mexicano), permanecer atentos ante una posible
escalada represiva en sus comunidades.
“Estamos
esperando que el Gobierno nos llame, y si no nos llama quiere decir que no
tiene interés en resolver los problemas, solamente está alentando a esas bandas
paramilitares”, se escuchó decir a un hombre de piel morena y temple de acero.
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