jueves, 4 de febrero de 2010

Si pasas por aquí


Impresionante variedad de pueblos que existen en mi tierra y vengo a caer en este. Un lugar añejo, que enmarca la fusión con el ahora, iniciando ya con el tablero para los recuerdos y dejando abierta la sinrazón que conduce por el túnel de las emociones al encontrar calles formadas de piedra, viviendas con muros ancestrales y un sinnúmero de animales que relinchan por doquier. Un sitio en verdad recóndito, inimaginable; de costumbres arraigadas y lenguaje milenario, siempre con actividad.
Este pueblo se encuentra ataviado por sus altas montañas, rodeado por el desierto y cubierto casi en su totalidad por el astro mayor.
El calor es extremo durante la mañana. Apenas se puede comer al aire libre en uno de esos puestos de quesadillas.
Aquí hacen falta mineros, como los hubo un par de siglos atrás. Sin embargo, ahora, abundan los guías terrestres que emplean el caballo como medio de transporte. Es aquí donde comienza la travesía: un largo camino que transcurre entre vertiginosos barrancos y el museo de maravillas que muestran el panorama, aún intocable por el episodio colonial.

Tras domar a la bestia, el trayecto continúa con su desértico escenario y ¡el clima a tope! Se atraviesan amplias veredas por los montes que conducen al Cerro del Quemado, de atmósfera quimérica enlazada al círculo de los huicholes: nómadas que, llegados de Nayarit, emprenden el ritual híbrido de los planos del hombre.
En el acto se emplea "la medicina”, que bien podría mi mente aprovechar para salir de su caverna.
Al llegar a esta zona, el horizonte demuestra un inalcanzable recuadro montañoso que se disipa sólo con la densidad de la neblina.
Si has estado aquí, entonces has pisado el ‘ombligo del universo’ y su real de catorce.

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