Temprano,
atravesé meditabundo las concurridas calles de San Cristóbal de las Casas, ahora
extrañamente desoladas. Mi rumbo era claro: me encaminaba al Centro de
Readaptación Social (CERESO), llamado así por eufemismo, para encontrarme con
Alberto Patishtán.
El
trayecto posterior en transporte público se convirtió en un cúmulo de
cuestionamientos que podría hacerle al profesor, pero también, inclusive con
mayor fuerza, de qué manera podría involucrarme para apoyar y difundir las demandas
de La Voz del Amate, adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona.
Los
sueños son dimensiones alternas a las que el hombre tiene entrada. Y la prisión
es un espacio en el que colocan a centenares de hombres que sueñan la
libertad.
Sorprendido
por el bello paisaje que conduce al CERESO, cuyos montes sostienen el paso
insurrecto de los zapatistas que recuperaron sus tierras, me aproximo a los
innumerables filtros policiacos que se despliegan para acceder al penal.
Antes,
me encuentro con un integrante del Movimiento por la Paz, Daniel, dándonos
tiempo suficiente para conversar sobre el desgastado sistema de aplicación de
justicia, en un lugar donde la rebeldía como proceso de independencia es
sinónimo de cárcel.
Comenzando
con un sello de tinta casi permanente sobre el antebrazo, nos dirigimos a la
inspección de ropa y morral, a cargo de figuras humanas con rostro parco y
palabras secas, que constantemente hablan por el radio comunicador de lenguaje
vertido en claves.
Mi
primera impresión, como la de quien visita por vez primera ese calabozo, tiene
que ver con un laberinto cercado por rejas de metal y malla, manipuladas a cada
segundo con un estruendo intimidatorio, al cual te vas acostumbrando lentamente.
Previo
a la sección de galeras, coexisten también las áreas verdes, de esos colores
verdes casi muertos y pasto crecido que sirven, tal vez, como muestra de un
tiempo que pasa sin que nadie le ponga atención. El
altavoz me saca de las cavilaciones: “Alberto Patishtán Gómez, presentarse al
área médica”. Esto se replica en tres ocasiones, mientras recuerdo la intervención
médica que atravesó este personaje, un referente de la organización y la lucha
social, ya que el sistema carcelario a manos del estado mexicano, no le brindó atención temprana a un tumor en la cabeza que se iba apoderando de su vida.
También me vienen a la mente las palabras de
Daniel: “Ahora está muy bien el profe, a pesar de la operación”.
En
el andar del laberinto, se desconoce la orientación, pero algunos presos te
apoyan a continuar por el camino indicado.
Los
primeros en recibirnos, a Daniel y a mí, son los compañeros Benja y Pedro,
ambos activistas (desde prisión) del grupo Solidarios de La Voz del Amate. Sus miradas son tenues, de alegría, y nos brindan un abrazo al tiempo en que preguntan
cómo están las cosas por fuera ¿Por fuera? Me cuestiono. Muy similar a como
están aquí dentro, pienso.
Nos avisan que el profesor regresa en breve, pues como lo anunció el megáfono, estaba en medio de una revisión de rutina.
No era tan avanzado el tiempo, cuando ya tenía frente a mí a Alberto Patishtán, de baja estatura, cabello oscuro, sonriente, notablemente bien alimentado y listo para charlar.
Este
es el inicio real de un día impensable. El día que caí en prisión.
2 comentarios:
Eduardo esto exactamente era a lo que me referia en mi primer comentario, sencillamente excelente hermano esto es de lo mejor que has redactado (en la oponion de este lector escaso de experiencia).
Te mando un fuerte abrazo y que nuestra buena vibra te siga acompañando en esta linea que te ha trazado la cual seguramente te llevara por historias como esta!!
Nota: la rebeldia como proceso de independencia es sinonimo de carcel .... Esta frase te la voy a robar hermano
Saludos
JAEN
La rebeldía no es más sencilla que la libertad. La rebeldía es incómoda para quienes tienen el poder en sus manos, pero digna para el resto. La rebeldía es un proceso de consciencia que se entiende perfectamente desde la opresión, el hostigamiento, la exclusión y el preámbulo a la muerte. La rebeldía de los pueblos originarios trasciende al plano espiritual, es por eso que no muchos están dispuestos a asumir la rebeldía. Saúl, como siempre, un gran abrazo.
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