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miércoles, 6 de marzo de 2013

El México endeudado... con su propia gente

La Suprema Corte de Justicia de la Nación NO reasume caso de Alberto Patishtán. A pesar de la verdad, la justicia en México no es para todos.


Leonel Rivero, abogado de Alberto Patishtán, y Gabriela Patishtán, su hija, al salir de la audiencia en la Primera Sala de la Suprema Corte. Consternación y enojo al conocer el resultado negativo para que esta sala atraiga el caso del profesor y resuelva favorablemente. Ahora el caso se regresa a una corte magistrada en Tuxtla Gutiérrez. "Hay un racismo en la justicia mexicana".


El portal de Solidaridad Chiapas publicó esta información, que transmitió en vivo Koman Ilel este miércoles 6 de marzo, luego de la negativa de la SCJN encaminada a la libertad de Alberto Patishtán.
Está por cumplir 13 años en prisión. Es considerado preso político, tras imputarle delitos que no cometió, en su comunidad El Bosque.
Alberto Patishtán es un hombre de convicciones sólidas, un hombre profundamente espiritual, un hombre indígena que no sucumbe fácilmente. 
Desde la óptica de la (in)justicia,  Patishtán es un referente social, así que su intención clara es mostrar que la guerra continúa en contra de la sociedad civil organizada y no organizada de México. 
Apoyo y liberación inmediata para Alberto Patishtán, y todos los presos políticos de La Voz del Amate y Solidarios de la Voz del Amate.

Entrevista a Patishtán en el hospital Vida Mejor de Tuxtla Gutiérrez
Koman Ilel: septiembre de 2012
"Porque luchamos, para la autoridad siempre es un delito"

martes, 26 de febrero de 2013

El día que estuve en prisión


 (Parte I)

Temprano, atravesé meditabundo las concurridas calles de San Cristóbal de las Casas, ahora extrañamente desoladas. Mi rumbo era claro: me encaminaba al Centro de Readaptación Social (CERESO), llamado así por eufemismo, para encontrarme con Alberto Patishtán.
El trayecto posterior en transporte público se convirtió en un cúmulo de cuestionamientos que podría hacerle al profesor, pero también, inclusive con mayor fuerza, de qué manera podría involucrarme para apoyar y difundir las demandas de La Voz del Amate, adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona.
Los sueños son dimensiones alternas a las que el hombre tiene entrada. Y la prisión es un espacio en el que colocan a centenares de hombres que sueñan la libertad.
Sorprendido por el bello paisaje que conduce al CERESO, cuyos montes sostienen el paso insurrecto de los zapatistas que recuperaron sus tierras, me aproximo a los innumerables filtros policiacos que se despliegan para acceder al penal.
Antes, me encuentro con un integrante del Movimiento por la Paz, Daniel, dándonos tiempo suficiente para conversar sobre el desgastado sistema de aplicación de justicia, en un lugar donde la rebeldía como proceso de independencia es sinónimo de cárcel.


Comenzando con un sello de tinta casi permanente sobre el antebrazo, nos dirigimos a la inspección de ropa y morral, a cargo de figuras humanas con rostro parco y palabras secas, que constantemente hablan por el radio comunicador de lenguaje vertido en claves. 
Mi primera impresión, como la de quien visita por vez primera ese calabozo, tiene que ver con un laberinto cercado por rejas de metal y malla, manipuladas a cada segundo con un estruendo intimidatorio, al cual te vas acostumbrando lentamente.
Previo a la sección de galeras, coexisten también las áreas verdes, de esos colores verdes casi muertos y pasto crecido que sirven, tal vez, como muestra de un tiempo que pasa sin que nadie le ponga atención. El altavoz me saca de las cavilaciones: “Alberto Patishtán Gómez, presentarse al área médica”. Esto se replica en tres ocasiones, mientras recuerdo la intervención médica que atravesó este personaje, un referente de la organización y la lucha social, ya que el sistema carcelario a manos del estado mexicano, no le brindó atención temprana a un tumor en la cabeza que se iba apoderando de su vida.
También me vienen a la mente las palabras de Daniel: “Ahora está muy bien el profe, a pesar de la operación”.
En el andar del laberinto, se desconoce la orientación, pero algunos presos te apoyan a continuar por el camino indicado.


Los primeros en recibirnos, a Daniel y a mí, son los compañeros Benja y Pedro, ambos activistas (desde prisión) del grupo Solidarios de La Voz del Amate. Sus miradas son tenues, de alegría, y nos brindan un abrazo al tiempo en que preguntan cómo están las cosas por fuera ¿Por fuera? Me cuestiono. Muy similar a como están aquí dentro, pienso. 
Nos avisan que el profesor regresa en breve, pues como lo anunció el megáfono, estaba en medio de una revisión de rutina.
No era tan avanzado el tiempo, cuando ya tenía frente a mí a Alberto Patishtán, de baja estatura, cabello oscuro, sonriente, notablemente bien alimentado y listo para charlar.
Este es el inicio real de un día impensable. El día que caí en prisión.