martes, 26 de febrero de 2013

El día que estuve en prisión


 (Parte I)

Temprano, atravesé meditabundo las concurridas calles de San Cristóbal de las Casas, ahora extrañamente desoladas. Mi rumbo era claro: me encaminaba al Centro de Readaptación Social (CERESO), llamado así por eufemismo, para encontrarme con Alberto Patishtán.
El trayecto posterior en transporte público se convirtió en un cúmulo de cuestionamientos que podría hacerle al profesor, pero también, inclusive con mayor fuerza, de qué manera podría involucrarme para apoyar y difundir las demandas de La Voz del Amate, adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona.
Los sueños son dimensiones alternas a las que el hombre tiene entrada. Y la prisión es un espacio en el que colocan a centenares de hombres que sueñan la libertad.
Sorprendido por el bello paisaje que conduce al CERESO, cuyos montes sostienen el paso insurrecto de los zapatistas que recuperaron sus tierras, me aproximo a los innumerables filtros policiacos que se despliegan para acceder al penal.
Antes, me encuentro con un integrante del Movimiento por la Paz, Daniel, dándonos tiempo suficiente para conversar sobre el desgastado sistema de aplicación de justicia, en un lugar donde la rebeldía como proceso de independencia es sinónimo de cárcel.


Comenzando con un sello de tinta casi permanente sobre el antebrazo, nos dirigimos a la inspección de ropa y morral, a cargo de figuras humanas con rostro parco y palabras secas, que constantemente hablan por el radio comunicador de lenguaje vertido en claves. 
Mi primera impresión, como la de quien visita por vez primera ese calabozo, tiene que ver con un laberinto cercado por rejas de metal y malla, manipuladas a cada segundo con un estruendo intimidatorio, al cual te vas acostumbrando lentamente.
Previo a la sección de galeras, coexisten también las áreas verdes, de esos colores verdes casi muertos y pasto crecido que sirven, tal vez, como muestra de un tiempo que pasa sin que nadie le ponga atención. El altavoz me saca de las cavilaciones: “Alberto Patishtán Gómez, presentarse al área médica”. Esto se replica en tres ocasiones, mientras recuerdo la intervención médica que atravesó este personaje, un referente de la organización y la lucha social, ya que el sistema carcelario a manos del estado mexicano, no le brindó atención temprana a un tumor en la cabeza que se iba apoderando de su vida.
También me vienen a la mente las palabras de Daniel: “Ahora está muy bien el profe, a pesar de la operación”.
En el andar del laberinto, se desconoce la orientación, pero algunos presos te apoyan a continuar por el camino indicado.


Los primeros en recibirnos, a Daniel y a mí, son los compañeros Benja y Pedro, ambos activistas (desde prisión) del grupo Solidarios de La Voz del Amate. Sus miradas son tenues, de alegría, y nos brindan un abrazo al tiempo en que preguntan cómo están las cosas por fuera ¿Por fuera? Me cuestiono. Muy similar a como están aquí dentro, pienso. 
Nos avisan que el profesor regresa en breve, pues como lo anunció el megáfono, estaba en medio de una revisión de rutina.
No era tan avanzado el tiempo, cuando ya tenía frente a mí a Alberto Patishtán, de baja estatura, cabello oscuro, sonriente, notablemente bien alimentado y listo para charlar.
Este es el inicio real de un día impensable. El día que caí en prisión.





2 comentarios:

Unknown dijo...

Eduardo esto exactamente era a lo que me referia en mi primer comentario, sencillamente excelente hermano esto es de lo mejor que has redactado (en la oponion de este lector escaso de experiencia).
Te mando un fuerte abrazo y que nuestra buena vibra te siga acompañando en esta linea que te ha trazado la cual seguramente te llevara por historias como esta!!
Nota: la rebeldia como proceso de independencia es sinonimo de carcel .... Esta frase te la voy a robar hermano

Saludos
JAEN

Unknown dijo...

La rebeldía no es más sencilla que la libertad. La rebeldía es incómoda para quienes tienen el poder en sus manos, pero digna para el resto. La rebeldía es un proceso de consciencia que se entiende perfectamente desde la opresión, el hostigamiento, la exclusión y el preámbulo a la muerte. La rebeldía de los pueblos originarios trasciende al plano espiritual, es por eso que no muchos están dispuestos a asumir la rebeldía. Saúl, como siempre, un gran abrazo.