jueves, 25 de septiembre de 2008

II

En la cadencia de lo incierto veo desfilar mis muertos uno a uno, la libreta de mi madre grita el silencio, en el sillon donde mi padre postró momentos de su ausencia solo polvo y al final del pasillo testigo de las madrugadas que caian sobre mis develos se encuentra estoico el cascabel atado a mi puerta, vagos que se alimentan de mis recuerdos como liendres de un perro.

Mis bolsas llenas de sueños, mis sueños llenos de sombras, intercambio por una sonrisa que no parezca ajena de un mundo solitario y colerico, bipolar y ausente... ausente, intercambio mis anhelos por la materia de la que estan construidas las sonrisas.
Esa mañana al levantar la persiana para sentir la sopresa con la que la mañana recibe a las almas inquietas, note que en mis manos estaban sembradas la cobardia y el silencio.
¡Despojos humanos, han manchado lo que nunca será y mutilado lo que pretendió ser!, el crimen más despiadado es el que se anida en la memoria y el más cruel el que lento mata.

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