jueves, 25 de septiembre de 2008

VIII

Solo el insoportable dolor en los oidos pudo despertarme, pareciera eso, como si agonizara en el lecho marino , aprendi a enterrar mis ideas bajo la tierra para defenderme de las posibles heridas, ¿por que no he de aprender a sobrevivir con la agonia de este dolor punzante?.
Al Abrir los ojos, el matutino campo de diamantes , con destellantes rayos solares penetrando la sórdida ausencia de vida danzaba con las palpitaciones de mis cinco heridas, en unos momentos nadie más iba a notar la ausencia.

"A los objetos sórdidos les hallamos encanto
e, impávidos, rodeados de tinieblas hediondas,
bajamos hacia el Orco un diario escalón".

Es en su inmundicia donde trazamos nuestros destinos
en su bestial repugnancia, en su silencio infinito
en su gélido rostro sin gesto, sin sonido, sin eco
donde se cierne la corporea decadencia".

Cinco palpitantes heridas más parecidas a la constelación que encierra y que en el velo de su enigma cubre mi destino.
Un camino se descubre entre diamantes y pálidas luces, una oportunidad entre la gravedad... mis pasos entre el exilio.

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