La
primera frase que se atravesó este día al plantarme frente a ese tsunami de
palabras que navegan por la red fue la siguiente: “Los obreros no tienen hambre
de pan, sino de respeto”. Mientras un hombre y su círculo como Peña Nieto y el
PRI se empecinan en “dirigir” a todo un país “moviendo a México cueste lo que
cueste”, allá por las veredas que se tiñen de autonomía, continúa la firme
lucha de los trabajadores.
Estados
como Guerrero, Chiapas, Michoacán y Oaxaca, están dando cátedra de la
reivindicación del trabajo y la resistencia social. Marchas por la dignidad. Y su
lucha no es aislada. El pueblo se está articulando para desprenderse del control
y la “dirigencia” que somete a este país.
Manifestaciones
por todo el orbe: en Colombia, Chile y España han sido reprimidas. Inclusive en
Suiza se marchó: sindicatos que exigen ese respeto a los trabajadores.
Por
supuesto que las grandes fábricas de la información en México y alrededor del
mundo no gustan de los intelectuales que analizan profundamente los
acontecimientos recientes (que se generan desde hace años). No encuadran, si
siquiera, a los propios protagonistas de este país: el pueblo.
Enrique
Peña Nieto y su círculo, en cambio, ostentaron su propio festejo del primero de
mayo por “el día del trabajo”. Allí están conmemorando, en un escueto foro
recubierto por centenares de policías, dispuestos a matar si alguien osa en
oponerse. Allí se encuentran, encerrados los de cuello blanco, de
espaldas a la sociedad. Allí están, empresarios,
pseudo dirigentes, políticos, todos ellos con palabras impecables a manera de
alfombra roja para un hombre impuesto en la silla real.
Pero
se equivocan. Ninguno de ellos habla a los trabajadores de México, sino a las
cámaras que pronto se multiplicarán en una especie de noticia trillada.
¿Cuántas
veces hemos escuchado las palabras de papel que entonan estos hombres? Al menos
en México, porque no cabe duda que en países del cono sur se vive una
transformación que busca la dignidad no sólo de los trabajadores, sino del ser
humano. Allá, en Suramérica, también hace falta sudar mucho en materia de
trabajo, sin duda alguna; sin embargo, hace poco más de una década, países como
Venezuela, Ecuador, Argentina, Brasil, Bolivia o Uruguay, vieron en el trato
digno e inclusivo, la llave a la nueva era de la humanidad: la autonomía.
Pero
no es así en México. Qué tan lejos estamos de los trabajadores y tan cerca de
Estados Unidos, ese país que asesinó a un grupo de dirigentes obreros
de Haymarket para callar su protesta: una digna causa. Aunque la estrategia no funcionó del
todo para los asesinos, puesto que hoy, como cada año desde 1889, gracias al Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional Comunista de París, se celebra a cada trabajador que tiene este planeta, el
sostén de cualquier economía.
Cada uno de nosotros, cada ser humano que contempla en el bien común la forma en que se teje la fraternidad, celebramos a los trabajadores, nos celebramos a nosotros mismos y celebramos la vida en torno a las resistencias que se llevan a cabo a lo largo y ancho del mundo.
Ya lo dijo Eduardo Galeano: en tiempos de neoliberalismo, la actividad más peligrosa del ser humano es el trabajo. Así que pensemos: reivindicar las conquistas logradas hace más de dos siglos por las luchas obreras.
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