Los trabajadores
de todo el mundo se juegan la dignidad y la vida. Por ello, el escritor Eduardo
Galeano convocó a la reflexión sobre el papel de estos en los tiempos del
neoliberalismo: “No hay nada más peligroso que el trabajo”, reafirmó.
Con estas
palabras, profundas y certeras, el autor uruguayo despidió las actividades del
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), que llevó a cabo durante
cuatro días en la Ciudad de México.
Galeano fue incisivo,
frente a un recinto colmado en su mayoría por jóvenes estudiantes, al tiempo en
que compartió una compilación de textos escritos hace unos meses, intitulado ‘Los
derechos de los trabajadores ¿Un tema para arqueólogos?’, pero cuyo contenido
sigue vigente.
“En estos
tiempos de crisis en los que, más que nunca, los derechos están siendo
despedazados por el huracán que se lleva todo por delante, que castiga el
trabajo y en cambio recompensa la tripulación que está arrojando al tacho de la
basura más de dos siglos de conquistas obreras”.
Durante su ponencia,
expuso cómo aquellos dirigentes de Estados Unidos, el país que propaga las
libertades humanas, implementan formas agresivas de trabajo con la finalidad de
que se extiendan a los confines del orbe.
“En sus campañas
electorales del año 2000, los candidatos Bush y Gore, coincidieron en la necesidad de seguir imponiendo en el mundo
el modelo norteamericano de relaciones laborales. ‘Nuestro estilo de trabajo
-como ambos lo llamaron- es el que está marcando el paso de la globalización
que avanza con botas de siete leguas y entra hasta los más remotos rincones del
planeta’”.
Unos días antes,
el también ensayista había presentado su más reciente obra “Los hijos de los
días”, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ahora, como parte
de las disertaciones del CLACSO, exhibía su indignación por los nuevos tiempos
colmados de viejas costumbres.
“Es la
continuación de la época colonial en una escala jamás conocida. Los pobres del
mundo siguen cumpliendo su función tradicional: proporcionan brazos baratos y
productos baratos”.
Los ejemplos
sobre la vulnerabilidad de los trabajadores en tan variadas épocas fueron
vastos. “A los asesinatos de los obreros pobres –dijo- se les denomina ahora
accidentes laborales”. Sus palabras viajaron por Estados Unidos, Malasia,
Tailandia, Indonesia, China, Brasil, Argentina, Francia e Inglaterra. México
también fue una escala.
“Desde que Ernesto
Zedillo dejó la presidencia de México, pasó a integrar los directorios de la Union
Pacific Corporation y del consorcio Procter and Gamble. En idioma tecnocratés, se indigna contra lo que
llama la imposición de estándares laborales homogéneos en los nuevos acordes
comerciales. Traducido, eso significa: olvidemos de una buena vez toda la legislación
internacional que todavía protege más o menos, menos que más, a los
trabajadores. El presidente jubilado cobra por predicar la esclavitud”.
Con una
participación de alrededor de 30 minutos, Galeano advirtió que, hoy día, no hay
en el mundo nada más inseguro que el trabajo, encabezado por quienes se hacen
llamar empresarios.
Son estos también,
quienes convienen impulsar el miedo a perder el trabajo, dejando que los países
y las personas compitan en lo que puedan.
“¿La estabilidad
laboral y los demás derechos de los trabajadores será, de aquí a poco, un tema
para arqueólogos? En el mundo al revés la libertad oprime. La libertad del
dinero exige trabajadores presos, presos de la cárcel del miedo. El dios del
mercado castiga ¿Quién está a salvo del pánico de ser arrojado a las largas colas
de quienes buscan trabajo?”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario