sábado, 29 de junio de 2013

Carta de Gustavo Esteva sobre lucha de Bachajón

A los compañeros y compañeras del pueblo de San Sebastián Bachajón, del Movimiento por Justicia del Barrio y de todas las personas y organizaciones que se están solidarizando con ellos.

Escribo esta carta el día que empieza la semana por Bachajón, el día del cumpleaños de Juan Vázquez Guzmán. Aunque me sigue inspirando su buen humor, el gozo que transpiraba su compromiso con la vida, no puedo evitar la tristeza, la pena, el dolor, causados por su asesinato, que hoy deben sentir de nuevo sus dos pequeños hijos y todas sus compañeras y compañeros.

Debemos asumir con entereza el estado de cosas, la situación en que nos encontramos. Quienes deberían vigilar el cumplimiento de la ley se dedican a violarla. Quienes tienen la facultad legal de usar la violencia para proteger a los ciudadanos la están empleando contra ellos. La maquinaria jurídica escarnece sistemáticamente la justicia y viste el despotismo con el manto de simulacros de tribunales. Es aberrante seguir hablando de estado de derecho y de democracia cuando las cosas están como ahora.

Dicen que no le vendaron los ojos a la imagen de una mujer que se usa como símbolo de la justicia para que pudiera representar imparcialidad, como a veces se cree, sino para que no viera los horrores en que se cae cuando se declara un estado de excepción. En eso estamos: en un estado de excepción no declarado en que se incurre en todos los vicios y males de la injusticia, en todos los horrores que no debe ver la justicia. “Aquí en Chiapas”, dijo alguna vez Juan, “la ley y la justicia no existen, sino que el gobierno impone su mandato”.

Lejos de impulsarnos a la parálisis o la desesperación, esta situación insoportable nos impulsa a tomar la iniciativa y nutre nuestra esperanza. Frente a los crímenes e impunidades del mal gobierno se levanta la energía de quienes, inspirados y alentados por Juan, deciden llevar adelante la lucha y hermanarse con otras muchas compañeras y compañeros que en todas partes han decidido resistir.

La lucha de Juan y del pueblo de San Sebastián Bachajón está claramente en el frente de la batalla en que se definirá nuestro destino. Habiendo llegado a su límite, el capital recurre hoy a procedimientos coloniales del pasado, al despojo, a la violencia abierta, como último recurso para continuar su acumulación salvaje. Lo que hemos estado llamando extractivismo se aplica por igual a los grandes proyectos mineros, a las cascadas de color turquesa “Agua Azul” cuya defensa le costó la vida a Juan, al nuevo latifundismo urbano o al despojo financiero. Por eso la lucha de Juan está directamente hermanada con la de cuantos están defendiendo sus tierras y sus aguas, sus territorios y sus bienes comunes, y también con quienes han salido a la calle en otras luchas contra la corrupción y por la justicia como las que se desarrollan en estos días en Brasil.

 “Que sepa el mal gobierno”, afirman los dignos herederos de Juan, “que el pueblo de San Sebastian Bachajón sigue resistiendo y que nuestro compañero Juan Vázquez Guzmán vive entre nosotros, cuidando su pueblo desde allá arriba”.

Que sepa el mal gobierno, decimos nosotros ahora, que somos muchas y muchos quienes en las más diversas partes del mundo enarbolamos las mismas banderas, resistimos con la misma decisión y no detendremos esta lucha hasta que se respeten los derechos de Bachajón y se haga justicia plena. Como ellos mismos dicen, la voz de Juan no será callada y el trabajo de su corazón no ha terminado.

Desde San Pablo Etla, un pueblo zapoteco de Oaxaca, me incorporo de lleno a este llamado mundial que debe alcanzar a muchos otros corazones.

Gustavo Esteva

Juan Vázquez Guzmán

jueves, 20 de junio de 2013

La lucha de un hombre, espejo de un pueblo


Hace tanto tiempo que los rincones ensombrecidos de la cárcel retienen a un hombre indígena de Chiapas. Sus hijos, sus padres, su pueblo lo extraña. Añoran esos días en que se le veía caminar por las sendas de polvo cuando se encaminaba a la escuela a dar clases. Evocan sus saludos, sus conversaciones, su inconformidad con las malas jugadas que se hacían detrás de los muros de una casa de gobierno cualquiera.
Y es que era él quien decidido a llenar de luz los cuartos oscuros, encabezaba protestas, marchas, oficios. Su palabra era el espejo de sus compañeros, también descontentos por el cinismo de la corrupción.
Ahora son trece años desde que ese hombre indígena fue secuestrado por un mal gobierno para detener su lucha, para arremeter contra su indignación. Él fue apresado y, sin embargo, las movidas turbias fueron evidenciadas. Su encarcelamiento precisa de fechas: 19 de junio del año 2000. Quienes gobernaban su pueblo, El Bosque, comprendieron mal aquel día de qué se trataba el guión, al intentar aislarlo. Claro, quién puede meter las manos al fuego por un hombre indígena. Un hombre perteneciente a ese grupo desplazado de sus territorios hace 500 años; a ese grupo al que, para desvanecer su sabiduría, se le intentó aniquilar con mucho ahínco; a ese grupo que no queda más que llenarlo de discriminación, de exclusión, de pobreza y de injusticias, dado que se aferra en permanecer vivo y en sus tierras.
Durante esos trece años, su encarcelamiento ha estado revestido de las vicisitudes más atroces  por las que puede atravesar una persona. Mientras se le intentaba doblegar imponiéndole 60 años de prisión, su familia tuvo que desplazarse a distintas cárceles para poder conversar con él, aunque sólo fuera por 30 minutos. Una noche, de esas en que la oscuridad en verdad se alía con criminales, ese hombre indígena fue trasladado a Sinaloa, cuyo control no es más que para diluir la esperanza, quizá, de algún día poder estar libre.
Son trece años desde que se le ha querido apagar el fuego de su corazón y la luz de sus ojos. Cerca estuvo de asumir la ceguera como parte del infortunio, tras diez años de que uno de esos hospitales muertos lo haya mantenido con medicamentos que hacían más lenta la pérdida de visibilidad.
Empero, le quedaba su palabra, su voz, la voz que se convirtió en la de todos los rehenes políticos de este país. Y su voz encontró eco en millones de solidarios de México y el resto del mundo. Un matiz de lo que se vivió este 19 de junio, trece años después de que lo quisieron desaparecer de la memoria colectiva, fue el acompañamiento del pueblo creyente a las afueras de la cárcel cinco, erguida en San Cristóbal de las Casas. Se exigía (y la exigencia continúa vigente) la liberación de este hombre que sólo pide limosna desde aquel rincón de Chiapas, una limosna que, comprendida desde la visión indígena ancestral, apela a la justicia.
Este hombre indígena logró reunir además a compañeros nicaragüenses, brasileños, italianos, españoles, argentinos, alemanes, salvadoreños, franceses, chilenos; es decir, no pocas personas radicadas actualmente en el ‘ombligo de la luna’. Todas ellas, en un solo aliento, lanzaron el “¡Amigo, aguanta, el pueblo se levanta!”, clamor que retumbó en cualquier rincón que pudiera existir en el cosmos.
La palabra de este hombre indígena, cuyas letras reunidas forman el nombre de Alberto Patishtán, ahora se escucha como un pilar de la sabiduría y por el momento espera, activo como siempre y entrelazando muchos corazones más, que se abran las puertas.
El tiempo puede ser comprendido bajo distintas interpretaciones. Pero, ¿qué significa trece años de encarcelamiento injusto? Y así, incluso la muerte, con el tiempo, trae resignación. El encierro, un calvario.













miércoles, 19 de junio de 2013

Un encierro de 13 años


Exigencia por libertad de Patishtán


Parroquia de Somijovel


Rezos


Buscando a Patishtán


Calabozo


Procesión alrededor del calabozo


Se acerca la libertad


Abuela con el sahumador 


Policías en guardia dentro del calabozo


Policía reportando desde la torre


Mensajes

Carta de Alberto Patishtán al mundo





Carta del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad 
a Patishtán



domingo, 16 de junio de 2013

Calientan acciones por libertad de Patishtán

San Cristóbal de las Casas está que arde. No sólo son las altas temperaturas que llegaron después de una larga dosis de tormenta, sino la avalancha de acciones que se viene para exigir la liberación de Alberto Patishtán. Muestra de ello es que ni la elevación en el termómetro impide que decenas de indígenas del Movimiento Campesino Regional Independiente (MOCRI), se reúnan este sábado en el barrio del cerrillo, esperando la llegada de uno de sus compañeros líderes: Francisco Jiménez Pablo, quien hasta el 26 de abril pasado era uno más de los rehenes políticos en Chiapas.
En la plazuela central, lo reciben con pancarta en mano: “Bienvenido a la libertad”. Y cuando toma el micrófono, parece atraer todos los oídos, los presentes y los que lo escucharán más tarde. En su arenga, refiere que se mantendrá en pie de lucha por el desarrollo de los pueblos originarios, como lo ha hecho desde el viejo año del ’89, ahora fuera de prisión.
Jiménez Pablo contribuyó ampliamente en la iniciación del MOCRI, después de haber sido secuestrado y torturado durante días, por los brazos de la represión institucionalizada. Era el año ’91, y cuando lo capturaron, se dirigía en marcha a la ciudad de México para evidenciar la opresión que se producía en Marqués de Comillas, su comunidad, enmarcada en el municipio de Ocosingo.
El también dirigente de la Coordinadora Nacional Plan de Ayala-Movimiento Nacional (CNPA-MN) -a la cual está adscrito el MOCRI- no respira hondo para aseverar que los más recientes gobiernos en Chiapas, han querido otorgarle dinero con tal de que se aleje del movimiento y, con ello, de todas esos motivos que lo impulsan a continuar en este proceso abierto de vida digna para sus hermanos indígenas.
Y como no se podía por las ‘buenas’, el perredista Juan Sabines construyó los barrotes que alojarían durante casi tres a Francisco Jiménez. Primero, se fabricaron distintas órdenes de aprehensión en su contra para mantenerlo fuera de Chiapas. Sin embargo, como el hombre insistió en su inocencia y en mantenerse al lado de sus compañeros, el 7 de abril de 2010 participó en una marcha, encaminada a ese sitio (ubicado al centro de la geografía y no a la izquierda) que concentra los poderes en México: el Distrito Federal.
Era media tarde, mientras los miembros del MOCRI lanzaban reclamos e informaban de las atrocidades que se cometían en sus comunidades indígenas, cuando al pasar por Tlaxcala un grupo del calderonismo lo interceptó para invitarlo a dialogar a las oficinas de la Secretaría de Gobernación. A su arribo, Francisco Jiménez fue aprehesado de una forma vil, entrampada y no obstante, se le distanció de su familia y su movimiento, enviándolo a un calabozo de máxima seguridad en Nayarit. Allí pasó 53 días en huelga de hambre.
A lo largo de tres años, las protestas del MOCRI fueron acercando a su líder, pues posteriormente fue llevado a una cárcel de Morelos y, finalmente, trasladado al penal del Amate, en Cintapala, Chiapas.
Bien. Este sábado, durante su bienvenida a la libertad, el compañero Francisco anuncia a quienes lo escuchan y también a quienes no lo pueden hacer, que tendrá un encuentro con Alberto Patishtán en la cárcel cinco, uno de esos sitios con los que se intenta derrocar las esperanzas, y que se mantiene abierta en San Cristóbal de las Casas. Los dos habrán de convivir entre sonrisas, entre hermanos, entre elevadas conciencias. Ambos se dirán lo que han guardado aún de la lucha y se acompañarán a partir de un abrazo.
Las palabras de uno de los representantes del MOCRI, José Trinidad, revelan al líder de la Voz del Amate como un hermano de la causa social.
Aquí, en esta reunión de bienvenida a Francisco, comienzan las acciones del pueblo que mira de frente a la oligarquía. El pueblo que se acompaña, que se protege, que se hermana. Aquí, en esta reunión, se profundiza el insomnio de los combatientes, porque ya no hay tiempo para el descanso. Aquí, desde esta reunión,  se está arrancando a Patishtán del rincón de las sombras.
Y es precisamente por obtener la libertad inmediata de Alberto, que se avecina un vendaval de acciones en este país y fuera de él, cuando se cumplen 13 años de que los tentáculos del sistema secuestraron a este profesor tzotzil. El propio Patishtán convoca a congregarse a las afueras de Bellas Artes, en la ciudad de México, el día 19 de junio. En Chiapas habrá marchas, expresiones culturales, tertulias políticas, proyección de documentales y todo el clamor del pueblo indignado que desde ahora eleva la temperatura del ambiente.

Francisco Jiménez Pablo

 Foto: chiapaslaotracara.blogspot.com

Entrevista a Gabriela Patishtán
 

viernes, 14 de junio de 2013

Che Guevara


De insomnio nunca se muere. Porque tú pasaste la vida en vigilia y la muerte en historia. Son tus ojos que yacen mirando aún desde la nada, tus ideales bien arraigados a esta tierra de todos y tu palabra, tu acción, implacable muestra emancipadora. Tus vestigios, finalmente encontrados en el cadáver número dos, en aquel ’97 en que los mexicanos también nos llenábamos de plomo en Acteal, ya se habían enraizado al corazón de Vallegrande. Te faltaban las manos pero sobraba energía para despertarte un momento y llevarte adonde un hermano tuyo de extensa barba ya te esperaba.
De insomnio no se pudre el cuerpo. Porque tus desvelos valían tus palabras, tus notas. Tu inquietud andante no era más que para vislumbrar por ti mismo lo mal equilibrado que se encontraba tu Mayúscula América y la de tantos otros más. Y entonces se te ocurrió pensar que tú ya no eras tú, al menos no en tu interior… Y se te ocurrió entonces creer que en México encontrarías tu permanente empresa, la perenne acción revolucionaria. Y se te ocurrió también considerar que el Granma pertenecía a aquel sueño que habías tenido por anticipado.
De insomnio uno nunca muere. Porque se está en pleno servicio de la Patria. Y eras tú al servicio de una tierra no bien tuya, pero cuyos lazos habías tejido desde otro momento, desde otra vida. Una tierra decidida a no alinearse, a soltarse de las manos imperialistas, una intención que jamás se le habría ocurrido a dios alguno.
Y por allí te fuiste, caminando cual quijote que emprende una abierta batalla, una hermosa batalla por la cual no se puede escatimar aliento. Y los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos. Algo de razón tendrá Alí Primera.
Pero bajo el insomnio, jamás perdiste detalle de cómo había que construir el socialismo. Cátedras en la ONU, pláticas a los jóvenes, poesía para combatientes, cartas a tu madre, notas de viaje… Todo ello era el cúmulo de átomos que te constituían.
De insomnio nunca se deja de respirar. Porque tú, jadeante, seguías caminando los montes, atravesando los ríos, arrastrando la moto, sanando las almas… Quizás allí era donde poco a poco estabas muriendo como el humanista. Aunque primero, tenías que encaminarte a nuestro pueblo hermano, la Bolivia en dictadura, de desapariciones, de asesinatos… Una historia muy bien conocida por Latinoamérica.
De insomnio no pudiste haber quedado en muerte. Porque con el llanto de Pompo, Urbano y Benigno, a sabiendas de tu captura, se extendió el proceso de emancipación que continúa vigente, mientras ese llanto pertenezca a todos en quienes vives. El llanto de la era que va pariendo un corazón.

Concierto al pueblo dominicano