Amigos:
Sólo
son dos años que los conozco y su historia recorre mucho tiempo atrás todavía. Dentro
de estas palabras, “mucho tiempo”, aún hay más: atropellos, intimidaciones,
distanciamientos, lágrimas, abrazos, abandono, preocupación, sonrisas, acompañamiento,
cariño y una verdadera solidaridad de su parte.
Ustedes,
quienes conforman la Estancia del Migrante González y Martínez, deberían
extenderse por todo el país, deberían multiplicarse por cientos, por miles, por
el mundo. Son ustedes quienes nos dan aliento a los que observamos a la
sociedad desde otra óptica; son ustedes quienes nos sensibilizan para con esas
personas que optan por desgarrarse los pies a quedarse en un sitio donde se les
desgarra la vida. Son ustedes, precisamente, quienes nos destapan los ojos, quienes
nos desatan las manos para tomar un bolsa con alimentos, agua y vida, para
dárselas a nuestros hermanos migrantes, que para cumplir un sueño, uno que hoy es
mucho más terrenal, como brindarle comida a los hijos, desafortunadamente tienen
que descender y transitar el infierno en el que se ha convertido una parte de México.
Es
allí, durante el recorrido de estos nómadas, que aparecen ustedes como el alba,
con la intención de alimentar a quienes tal vez llevan varios días sin probar
alimento alguno; de darles unas gotas que serán agua despeñándose sobre su ser.
Pero esa intención, la de ayudar al migrante, ya fue rebasada por ustedes
también. Porque no sólo nos han brindado la oportunidad de agarrar las bolsas
con comida para lanzarlas con destreza frente a los vagones de un tren que avanza
estrepitosamente, sino porque nos han permitido encontrarnos con el otro, al
lado de las vías, y cuando eso sucede, como una suerte de espejo, es el punto
exacto en donde nace la solidaridad.
Ustedes,
integrantes del refugio, nos han enseñado a ser solidarios, a no mirar como
delincuentes a esas personas que, más bien, cargan con un dolor que no es
ajeno, que no le han robado a nadie, sino que han tenido que convivir con él
dentro de sí.
Ustedes,
incansables guerreros, nos han enseñado a los demás a convivir con
salvadoreños, nicaragüenses, hondureños, guatemaltecos, colombianos y demás
nacionalidades por igual, aclarándonos el panorama sobre aquello de las
fronteras, esas líneas deformes que no deben existir y que, en realidad, ya no
existen para los que hemos aprendido bien que ningún ser humano es ilegal.
Y
qué decir de Martín, ese mago que rebasa cualquier concepción sobre lo que es
el humanismo. Tus acciones son fiel reflejo de tu voluntad por que cesen los
hostigamientos en el camino del migrante. Eres un ser cuya luz se ha extendido al
prójimo. Y así, también te has ido expandiendo a otras zonas, bajo otros
relieves, pues somos muchos, por no decir cientos de miles, los que después de
conocerte, personalmente o no, nos quisimos apropiar de tu nombre, de tu
ejemplo, de tu humanismo.
Es
por ello que desde aquí, desde Chiapas, les envío mi agradecimiento por
continuar firmes con una labor que cumple ya 13 años. Desde aquí venimos
pulsando un corazón más fraterno, así que vamos por la misma senda.
A
todos los integrantes y colaboradores de la Estancia, les reitero mi respeto y
mi apoyo, un apoyo que será también para el migrante, donde quiera que lo
encontremos.
Amigos:
nuestras veredas volverán a cruzarse, en cualquier punto o en cualquier vida,
ya que sin duda también nos cargamos la piel del migrante, y por tanto, volveremos
a ser uno con ellos.
Comunidad Nómada